miércoles, 20 de junio de 2012

El Medio Oriente en tu plato

Me encantan los restoranes familiares, y sobretodos los que enriquecen nuestras comidas con sabores desconocidos a mi paladar. Una de las muchas razones por las cuales considero la migración como un fenómeno enriquecedor para las sociedades.
Considero este pequeño exponente del Medio Oriente como una "picada", no demasiado concurrido, sencillo, bien atendido por la familia que lo lleva, sin pretensiones, precios criteriosos.
El Khalil queda a un costado del Versluys de San Pedro. Buena idea es ir a la hora de almuerzo un día de semana, más tranquilo. La carta está compuesta por los platos de la cocina árabe más típicos de los restoranes en Chile, no como para sorprenderse por ese lado.
La experiencia que tuvimos fue grata. El lugar es pequeño, cómodo, la atención relajada y ágil, con música acorde a la temática.
Pedimos hummus de aperitivo, que estaba suave y bien aliñado. De plato de fondo, Mixtos y Falafel.  
Los mixtos son una buena alternativa para el que no conoce esta comida. Se trata de varios bocadillos rellenos que en este caso tenían un relleno consistente y con aliño suave, más apto para el paladar neófito. Cuidado con los ajíes, suelen ser muy picantes y en este caso no es la excepción.
EL Falafel, albóndigas de garbanzos con finas hierbas, se ha convertido en un baluarte de la comida vegetariana, y debo decir que la preparación de acá no me gustó mucho. Prefiero cuando tienen una consistencia más suave, con el garbanzo y las hierbas más molidas.
Mención especial tienen las hojitas de parra, probablemente uno de los bocadillos más conocidos, incluido también en el mixto, y que estaba DELICIOSO!!!  de las mejores que he comido en Chile. 
Recomiendo encarecidamente pasar por el Khalil alguna vez y pedir una docena de hojitas de parra, para llevar si desean, o acompañados de un hummus para servir. Siendo éste el patillo obligado, lo demás es a gusto del comensal.

martes, 5 de junio de 2012

Bahía Paraíso en Caleta Tumbes

Cierto, nos hemos tomado un mes sabático. La verdad, que nuestros bolsillos nos han obligado ultimamente a llevar el sibaritismo al hogar, lo cual resulta muy confortable y delicioso, pero no apropiado para este blog.
Pero quiero contarles de una experiencia muy agradable que tuvimos hace un tiempo, durante un bello día de otoño, con una pareja de amigos.
Ya he comentado antes lo mucho que me gustan los mariscos y mi opinión acerca de que el paseo es tan parte de la experiencia culinaria como lo es la propia comida. Pues esta vez elegimos un destino que me habían recomendado y que al menos yo desconocía por completo: la Caleta Tumbes.
No es tan fácil llegar, pero tampoco imposible. La locomoción es escasa, y para un auto, el camino, que está entero pavimentado, es super empinado, nuestro pequeño 1.3 bien cargado con nuestros cuatro cuerpos tuvo que irse en primera una buena subida.
Al llegar, ups! día feriado, la caleta es pequeña, una sola calle larga y sin estacionamientos acondicionados, así que hay que improvisar donde sea. 
El paisaje de Tumbes es lejos el más bonito en cuanto a las caletas que he visto cercanas a Concepción. Mar azul, aroma agradable, puestecitos de mariscos y ropa arteasanal, y botes de todos los colores en el mar y en la playa constituyen el paisaje al que se suman los siempre presentes perros, gatos y gente. 
Aparte de las típicas picadas y restoranes que bordean la costa, encontramos instalado en el cerro, cerca de la entrada y en una esquina, el restorante "Bahia Paraiso" (sí, es nombre de resort tropical). Un lindo refugio, de lo más estiloso y moderno, y para allá fuimos. Un acierto total. El lugar cuenta con sitio justo junto a la calle donde están las cocinas y los hornos de barro, junto a algunas mesas de lata, y atrás, subiendo el cerro por una escalera, se llega a un bello rincón que cuenta con un galponcito de material bien cosntruido y rodeado de ventanas que es perfecto en caso de lluvia, y un parrón maravilloso con suelo de tierra apisonada que da sombra para un perfecto día asoleado como ése. Los muebles son de imitación ratán en su mayoría, de diseño muy moderno, y el resultado visual e estéticamente agradable. Pero lo mejor de todo es la vista privilegiada de la bahía, amplia y sin interrupciones, que te acompaña durante toda la comida.
La nota desagradable fue la espera. Se trata de un local familiar, y ese día por alguna razón se vieron sobrepasados, y nuestro pedido demoró una hora y algo más, lo cual no hubiéramos aguantado de no ser por lo agradable del paisaje.
Pero la comida valió la pena la espera. Aunque las empanadas llegaron después de los platos de fondo, iual estaban muy ricas, con harto marisco, fresco y bien variado. Los pasteles de jaiba, hermosamente presentados en unos pocillos altos, estaban muy fien preparados, la textura suave y consistente, el aliño justo y más jaiba que queso.  En realidad, el mejor que he probado por estos lados. Y los mariscales, bien surtidos. 
El total de la cuenta para cuatro personas, con platos de fondo, empanadas y bebidas de a litro, fue de 27 mil pesos, lo  cual nuestros bolsillos encontraron pagable, aunque no tan barato.
En realidad, me encantaría volver a ir, claro que esta vez desearía tener que esperar un poco menos. Lo otro que les paso el dato, es que esta es caleta de verdad: aquí la gente saca el pescado fresco, no del congelador, y se puede comprar pescado y mariscos frescos y baratos.
Conclusión: Tumbes es mi nueva picada favorita para comer mariscos.


Nota: Las fotografías son cortesía de nuestro amigo Adrián, así que si no se muestran es porque todavía no las entregan, pueden agregar comentarios a medida de presión a ver si se anima a mandarlas de una vez por todas.