martes, 20 de marzo de 2012

Añorando Italia (La Roma)


Añoro Italia. Nunca he ido, al menos no en esta vida.  Pero igual la añoro. Me encanta la exuberante afectividad de su gente, que se traspasa inevitablemente a la comida. Mi paladar extraña el dulzor de una buena salsa pomarola con la suave textura de un fetuchini y el contraste con el sabor seco y la textura dura de un rocío de queso parmesano recién rallado.
Perdonen si al leer esto se les hace agua la boca, a mí también me pasa.
De todos los exponentes que tenemos en Concepción de esa deliciosa comida, mi favorita es La Roma. No voy tan seguido porque no me queda precisamente cerca de mi casa, pero más que eso porque lamentablemente mi sibaritismo no es del gusto de mi doctora, que me ha prohibido comer queso, lo cual yo asumo como no-comer-queso-todos-los-días-pero-si-de –vez-en-cuando. En todo caso, mi nutricionista me advirtió que podía comer pasta mientras no fuera recalentada, pues ese proceso cambia su composición molecular y la vuelve nociva para el organismo. Desde ese punto de vista, La Roma es el único lugar al que puedo ir con tranquilidad.
En primer lugar, su ubicación, retirada del mundanal ruido, casi escondida por allá donde termina en mundo universitario (Al final de Edmundo Larenas), en una calle donde les advierto que los vehículos pueden pasar susto después de cierta hora, es de todas maneras una ventaja para el comensal. Algo osco por fuera, es una agradable sorpresa por dentro. La Roma pocas veces está lleno, tiene una capacidad moderada de mesas, lo cual hace que la atención sea totalmente personalizada y rápida, el ambiente grato y acogedor, cálido en invierno y fresco en verano.
Atendido por sus dueños, la calidez humana es el fuerte de este restorán, ¡y eso que no son italianos! (Al menos hablan en chileno). Nunca tienen demasiada prisa como para no poder conversar un rato de las bondades de la vida. La atención es excelente. Y ni qué decir de la comida: preparada ahí mismo, frente a tus ojos, pues la cocina es abierta, nada de pastas lavadas, recicladas ni recalentadas. Todo fresco y hecho ahí mismo. Las salsas son deliciosas, las porciones razonables y los platos muy económicos.
De lo que he probado, es todo rico, la lasagna es suave, cremosa, perfecta. Pero mi favorito son las pizzas. ¡Con harto queso! Las preparan en masa de piedra, ingredientes caseros y a tu pinta, todo es flexible. La carta de bebestibles es acotada y sencilla, pero de buena calidad y también muy económica. Dos personas pueden comer ahí sin remilgos por 10 mil pesos, o sea, 5 mil cada uno, incluidas las bebidas. Si el presupuesto es apretado, recomiendo una pizza para dos de las más sencillas, no se arrepentirán. Al ser tan bien preparada, no requiere de tantos ingredientes para quedar apetitosa. Si te supera en cantidad, siempre puedes llevarte las sobras a casa.
En fin, sólo elogios para esta escondida muestra de la capital de la bella Italia. Solo espero que ahora que ustedes ya la conocen, ¡no se llene demasiado! Claro que siempre está la opción de pedir para llevar.

domingo, 18 de marzo de 2012

Desayuno en San Pedro de la Paz (Rometsch)



El sábado partí con la mejor de las intenciones a cumplir con la nefasta tarea de sacarme sangre para unos exámenes médicos. No viene al caso, pero no pude hacerlo, lo cual nos dejó a las 11:30 de la mañana en San Pedro de la Paz sin desayuno, lo cual nos llevó hasta este lugar.
No son muchos los luares para desayunar a este lado del puente. Está Versluys, pero la lentitud de la atención es insufrible. Rometsch está en su propio portal ubicado en el Camino al Venado desde hace unos 4 años, en el centro desde tiempos inmemoriales y próximamente en el Portal de San Pedro del Valle, junto al Líder. Aparte de la ubicación, cercana a donde estábamos en ese momento, lo preferí porque ofrecen carta de pasteles sin azúcar.
Vamos viendo, lo único que tenían sin azúcar era un lamentable kuchen de manzana completamente seco, que en realidad no probé. Debo decir que de todas las veces que he ido, muy pocas tienen efectivamente una oferta en pastelería dietética, así que no es un dato "seguro" para diabéticos.
Nos fuimos por los sandwiches. Uno de quesillo con tomate y pan pita, ingredientes correctos, pero seco, eché de menos una salsita de yogurt o un aceite de oliva con orégano, por ejemplo. El selladito de ave palta, tampoco nada excepcional. 
Pero el té cortado con leche descremada y el chocolate cortado grande estaban ¡ricos! En base a experiencias pasadas, puedo recomendar sin reparos toda la oferta de café y te, el café helado (con helados propios que son una maravilla) y la torta amor con azúcar. 
El resto de la pastelería y sandwichería es rica, pero no excepcional, lo cual nos lleva a que su precio me parezca caro.
Pero aquí en San Pedro, pagas también el lugar, con una vista preciosa y ambientación agradable, especialmente si vas en la mañana, cuando hay poca gente. Si vas en la tarde, es mejor reservar.
En cuanto a la atención, el lugar no se destaca por su calidez humana precisamente.

A mi parecer, lugar ideal para ir con amigas a copuchar y sin hambre, porque si bien las porciones son grandes, la atención es tan inexplicablemente lenta que es para desmayarse antes de que puedas probar el plato. En cambio, si el objetivo es un encuentro social, bien puedes esperar conversando y disfrutando la vista que, repito, es peciosa.